Hacia una práctica psiquiátrica más humanizada

Se debe definitivamente aceptar que no es suficiente la sola indicación psicofarmacológica y /o la internación en el tratamiento de los pacientes con trastornos psiquiátricos graves. Es más, se estará favoreciendo la cronificación de la enfermedad y el consiguiente hospitalismo iatrogénico, a veces irreversible, si no se amplía el espectro terapéutico.

Ya es tiempo de comprender que la enfermedad mental, que en la casi totalidad de los casos, reconoce un trastorno biológico, y que también compromete el equilibrio psicológico y social. En este sentido, el trastorno mental desarticula los elementos que conforman el mundo interno del paciente y le genera una suerte de confusiones, en el reconocimiento de las pautas sociales aprendidas, creando de esta manera, una visión de mundo diferente, extraña, no conocida para el sujeto.

El paciente vive y actúa en función de esta situación caótica, generando tensiones y mal estar en su entorno. Obviamente se hace evidente la dificultad en la comunicación y la incomprensión de su conducta delirante o alucinatoria.

El aislamiento del mismo paciente y la marginación de parte de sus allegados, facilita la cristalización de estas pautas de conducta anormales.

Los medicamentos, generalmente restablecen el equilibrio biológico perdido, no se recompone sin embargo su mundo interno, porque el paciente ha incorporado en su estado crítico, otros valores o antivalores que entran de contramano y perturban su estar en el mundo, situación ésta, que le crea angustia, le dificultad su relacionamiento, su dificultad a ejercer los roles sociales, con la consiguiente disminución de la autoestima y el aislamiento consecuente.

La internación en el Hospital Psiquiátrico, en la actual estructura, solo es de ayuda relativa, en la fase aguda de la enfermedad. Un tratamiento integral debe comprender la rehabilitación que es un proceso lento, de reaprendizaje social, que apunta a plantear actividades que estimulen: la comunicación, el relacionamiento, la expresión en un ambiente tolerante, permisivo, donde el paciente se sienta cómodo y no tenga miedo ni vergüenza de que no se le entienda o él no entienda. Este es un ambiente terapéutico propiamente dicho, donde los derechos humanos de los pacientes son respetados y el paciente tratado como persona.

Cuando lo pacientes son abandonados en su aislamiento, en su marginación, nadie les ayuda en su drama existencial, en su incomunicación, en su soledad, en su confusión. El paciente tiene dificultad con su propia identidad, lo maltratan, lo ignoran y hasta son despojados de sus pertenencias. Ellos, en la internación de modalidad de custodia, no tienen, posibilidad de ser contenidos en su angustia, no tienen la oportunidad establecer relaciones válidas que le sirvan de referencia.

Así se van adaptando pasivamente a la vida Hospitalaria, así van organizando su nuevo mundo interno y externo, su mundo vacío, sin proyectos, sin esperanzas, de pura sobrevivencia, un eterno presente de espera. Fueron desarraigados de su entorno social, ya dejaron de tener familia, viven por inercia, dejaron ser sujetos de derecho, porque ni la Ley los protege. Por eso hay pacientes de muchos años de internados.

La medicina, y la psiquiatría, como disciplina médica no puede aceptar este sistema de tratamiento, porque atenta contra sus principios. Recordar que lo primero que aprendimos en medicina es “Primun non nocere” (primero no dañar).
Las autoridades no pueden aceptar este avasallamiento a los Derechos humanos de los pacientes, porque entonces el ciudadano ya no tiene protección. Los Psiquiatras, las enfermeras, trabajadoras sociales, psicólogos y psicólogas no pueden aceptar esta situación, porque son trabajadores de la Salud Mental y no carceleros. La ciudadanía no puede aceptar este atropello que en nombre de la ciencia se está haciendo porque se pierde la dignidad como persona.

#4 por Carlos Arestivo

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